El impacto del cambio climático está provocando una bajada de la renta agrícola
El importante avance del cambio climático está influyendo de manera determinante en las prácticas agroganaderas y ya se han registrado sus primeros efectos: la disminución de la productividad agrícola.
Es una de las consecuencias más evidentes e inmediatas del calentamiento global, del que es necesario que tome conciencia la ciudadanía para frenar este fenómeno que “influirá directamente en los actuales modelos de vida”.
Así lo advierte José Manuel Moreno, director del Departamento de Ciencias Ambientales y catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), que insta a las administraciones a “entrar a la acción” y a los medios de comunicación a transmitir un mensaje taxativo para que la opinión pública no siga cuestionando un cambio “que es del pasado”.
La agricultura es una de las actividades económicas más perjudicadas por las emisiones incontroladas de CO2, que en menos de un siglo podría subir la temperatura media cuatro grados. Y para muestra, un botón: si a mediados de mes subían los termómetros a casi 40 grados, esta semana se producían fuertes tormentas de viento y granizo, precisamente por el choque de las corrientes ascendentes de aire cálido y las descendentes de aire frío, que arrasaron en Castilla-La Mancha y Murcia miles de hectáreas de diferentes cultivos, especialmente de viñedo.
El también vicepresidente del Grupo II del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), incide en que son muchos los estudios que constatan “la perspectiva dominante de la disminución de la productividad de las producciones agrícolas, principalmente en las zonas de Europa más áridas“, aunque puntualiza que los escenarios del cambio climático son más inciertos en los países del norte. El científico precisa que en las regiones más secas cuyos cultivos dependen de los ecosistemas, tendrán una “disminución de la rentabilidad en las cosechas, lo que provocará un estrés adicional y más demanda de agua”.
Giro radical
Moreno reclama “un giro radical” en las políticas de los más de 100 países de la ONU que ratificaron el último informe, cuyas conclusiones científicas son inapelables: “ya llegamos tarde y hay que actuar urgentemente para evitar el desastre”.
“El calentamiento es inequívoco como se recoge en el Quinto Informe de Evaluación publicado a finales de 2014 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)”, informa y se muestra sorprendido porque “la opinión pública, que valora mucho a los científicos y a la ciencia, que no lo duda, todavía lo cuestione”. Asegura que el impacto del cambio climático “se nota ya en muchos ámbitos y es un fenómeno que es blanco, está en botella y sabe a leche”.
Moreno insiste en que “el futuro está determinado por las emisiones que sigamos teniendo” y advierte de que si siguen al ritmo actual, el daño podría ser irreversible, pues en 2050 podrían incrementarse la tierra en 2 grados centígrados, “un calentamiento extraordinario y sin precedentes que supondría enormes consecuencias en todo el planeta”.
“La concentración de CO2 hace dos años se acercaba a las 400 partes por millón, y cuando yo nací, a mediados del siglo pasado, había 320”, señala gráficamente el científico, que agrega que “a lo largo de mi vida las emisiones han crecido en 80 partes por millón, las mismas que fluctuaron en la tierra durante su última glaciación, hace 100.000 años”.
Moreno insiste en que los estados tendrán que priorizar en sus agendas fórmulas para poner coto a este “inmenso” problema, una oportunidad política que se escenificará el próximo diciembre en París donde habrá una Cumbre sobre el Cambio Climático. “Para que la tierra no siga calentándose, en 35 años hay que reducir en un orden de entre el 40 y el 70% la emisión de gas, porque el efecto invernadero se prolonga durante siglos”, subraya Moreno.
La única alternativa, en su opinión, es el uso de energías no fósiles”, así como a nivel personal, en cada pueblo y comunidad vecinal, serán eficientes las campañas divulgativas para reducir la capa de ozono, “cada molécula que no se emite cuenta”, y la concienciación.
Los modos de vida sostenibles, apunta el profesor, “cumplen un doble objetivo: evitan emisiones y previenes las muertes adicionales que se registran cada año por la contaminación”.
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