Andalucía: Un estudio de la UHU indica elevada presencia de metales pesados en Huelva
Investigadores de la Universidad de Huelva (UHU) han realizado una primera modelización sobre cómo, dónde y qué tipo de partículas -principalmente metales pesados- pueden encontrarse en el suelo de la ciudad como consecuencia de las actividades humanas y su sedimentación por acción del viento o la lluvia.
"Lo que observamos es la integración de pasado y presente. En algunos puntos, como por ejemplo el antiguo puerto mineral de Corrales, toda la contaminación presente sería el resultado de actividades que ya cesaron hace mucho tiempo. Sin embargo, en otros casos -como la Punta del Sebo- a las actividades de la década de los 60 o 70 habría que añadirle los impactos más recientes", subraya el doctor José Miguel Nieto Liñán, responsable del estudio e investigador en la Facultad de Ciencias Experimentales de la UHU.
Esta cartografía (publicada en la revista Journal of Geomechical Exploration) forma parte de una serie de artículos que han ido apareciendo desde 2010 hasta la fecha en publicaciones de impacto, en donde los científicos muestran una ciudad coloreada por depósitos singulares a ras de suelo de cobre, zinc o cadmio, entre otros. El mapa señala lugares de riesgo así como otros limpios de cualquier tipo de contaminante. Y según la interpretación, "son las zonas aledañas a los polígonos industriales Fortiz, Polirrosa, Marismas del Titán, Corrales y la Punta del Sebo los espacios más degradados". "En determinados lugares de la zona de Corrales, en cuanto caen cuatro gotas los charcos que se forman tienen un pH muy ácido", asegura el investigador.
Hace cinco años, el investigador de la UHU realizó una peculiar radiografía química a la capital tomando como referencia los elementos más abundantes y sobre los que en cierto modo han recaído todas las sospechas por su alta toxicidad. Una parte de la tabla periódica, sin entrar en los compuestos gaseosos, aparecía en este listado marco con el que el equipo de Nieto empezó a trabajar. La nómina era bastante interesante: mercurio, plomo, arsénico, uranio el citado cadmio y así hasta llegar a unos 16. Acto seguido, el grupo de investigación, junto con expertos de la Universidad de Nápoles, parcelaron la ciudad creando polígonos (vectores) con los que formaron los 150 puntos del muestreo científico. Es decir: dividieron la ciudad en cuadrículas y sobre éstas eligieron los lugares en donde iban a recoger las muestras para analizarlas en el laboratorio. Se incluyeron barriadas populares, zonas de ocio, espacios altamente industrializados y las marismas del Tinto (con el protagonismo de las balsas de fosfoyesos) y del Odiel, en donde se emplazaba hace décadas el antiguo muelle mineral. Mediante complejos algoritmos (aplicados a partir de un software cartográfico ambiental), los expertos realizaron una evaluación del terreno e identificaron la procedencia o fuentes de los compuestos. Por un lado, aquellos que provenían de la actividad humana como la plata, el arsénico, el plomo, el cadmio, el cobre, el zinc o el mercurio; y otro grupo cuya disponibilidad en el medio era natural, caso del aluminio, el cobalto, cromo, níquel, vanadio y berilio.
Según el artículo, para el primero de los grupos, estos elementos químicos han sido transferidos históricamente de desechos como cenizas de pirita o pirita procedente del drenaje ácido o la deposición de polvo arrastrado por la atmósfera procedente de las balsas de fosfoyesos. Precisamente, el estudio no pasó de puntillas por un compuesto que ha traído y traerá cola: el uranio en su forma más nociva. "Las concentraciones más elevadas de uranio (hasta 47,7 miligramos por kilo de residuo) fueron encontradas en los suelos afectados por las emisiones de radionúclidos procedentes de las balsas", sugiere el artículo.
Todas estas muestras fueron recogidas de siete puntos potencialmente contaminados con químicos tóxicos procedentes de fuentes industriales. Según uno de los mapas estos espacios quedarían ubicados en la Avenida Francisco Montenegro y próximas.
El objetivo del grupo de la Onubense fue entonces identificar los elementos traza (aquellos químicos presentes en concentraciones muy bajas tomadas en mg/kg, en contraposición con los elementos mayoritarios, que se expresan en tanto por ciento) de interés y evaluar los posibles riesgos para la salud. En la mayoría de las muestras obtenidas, las concentraciones de arsénico, cadmio, cobre, plomo, mercurio y zinc excedieron los valores establecidos (mínimos y máximos). Y en relación con las consecuencias para la salud de una exposición prolongada, el estudio encuentra que para cuatro de los siete puntos muestreados el riesgo para los ciudadanos está por encima de los límites objetivos establecidos por la legislación europea. En concreto, se tratan de los puntos 134 a 137, según la lectura de la cartografía.
Un año más tarde, en 2012, el mismo grupo de la UHU publicó el artículo Fraccionamiento de metales pesados y técnicas de estadística multivariante para evaluar el riesgo ambiental en suelos del término municipal de Huelva también en la revista Journal of Geochemical Exploration. El equipo del doctor Nieto dio un paso al frente respecto al trabajo anterior para analizar la procedencia, movilidad y disponibilidad de las sustancias encontradas en laboratorio. Los análisis realizados mediante técnicas de extracción secuencial y de PCA (análisis de componentes principales) reforzaron la teoría de que, pese a no ser el elemento más abundante, el cadmio sí es el más peligroso por su alta toxicidad. Los metales que presentan más movilidad son el cobre, el zinc y el cadmio. Le siguen el níquel, plomo, y cobalto. "Se trata de una información que nos dice cómo de disponibles están estos elementos para el ser humano y su potencial riesgo ecológico", sugiere el experto.
Los investigadores sugieren en el artículo que todas las zonas de estudio están influenciadas por cuatro fuentes de contaminación originadas por la actividad humana: el drenaje ácido de minas, las actividades industriales, el tráfico y la agricultura. "El arsénico, plomo y bismuto son consecuencia de la contaminación rodada, combustibles fósiles y uso agroquímico; el cadmio, cobre y zinc relacionados, probablemente, están relacionados con la actividad industrial tanto actual como pasada que se ha desarrollado junto a la capital", asegura el artículo.
Para el doctor Nieto y su equipo, "el índice de riesgo ambiental es alto en las marismas de la ría de Huelva y está relacionado con el drenaje ácido de las minas, así como en los complejos industriales ubicados en estas áreas, mientras que en el sector norte de Huelva el contenido metálico está dentro de lo normal y se debe a fuentes naturales".
A falta de un tercer trabajo, el grupo está evaluando cómo podrían afectar al ser humano estos contaminantes en caso de geofagia (ingestión de suelo), muy común entre los pequeños. Los investigadores han realizado ensayos in vitro de extracción gastrointestinal para conocer qué porcentaje de los metales en el suelo pasaría al organismo. Los resultados preliminares obtenidos indican que los elementos que presentan un mayor riesgo para la salud en las muestras estudiadas son, precisamente, cadmio, plomo y zinc. "Sugerimos la necesidad de poner en marcha medidas de corrección para normalizar la acumulación de químicos potencialmente peligrosos que en muchos casos superan los límites establecidos por la legislación", concluyen.
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